sábado, 25 de junio de 2016

En el álbum de Matilde (Salvador Díaz Mirón, mexicano)


      ¡Si yo tuviera aliento como el águila
      Que se remonta a la región azul,
      Me elevaría a la mansión espléndida
      Donde se sienta el Padre de la luz!

      Y postrado a sus pies como los ángeles
      Que bendicen su altísima bondad,
      Le pidiera la música del céfiro
      Y el murmullo pacífico del mar;

      Le pidiera la voz dulce y monótona
      Del viento en la desierta soledad,
      Y el gemido del aura melancólica
      Cuando calma la ronca tempestad.

      Y le pidiera más: la voz magnífica
      Y el arpa melodiosa de David;
      Y mucho más: la inspiración profética,
      ¡Y todo, todo, por cantarte a ti!

      Sí, por cantarte a ti, beldad seráfica,
      Por cantarte, dulcísima mujer,
      Aunque dejaras mi plegaria trémula
      En alas de la brisa perecer.

      Cuando tus ojos de paloma tímida
      Se humedecen al tacto del dolor,
      Y se desprende de ellos una lágrima
      Que pasa y moja tu mejilla cándida,
      ¡Me pareces un ángel del Señor!

      Y cuando miro tu cabello undívago
      De tus blancas espaldas en redor,
      Cayendo como leve manto de ébano
      Y sombreando tu semblante lánguido,
      ¡Me pareces un ángel del Señor!

      Cuando te veo que la frente humillas
      Balbuceando una mística oración,
      Y empapadas en llanto tus mejillas,
      ¡Me pareces un ángel de rodillas
      Demandando con lágrimas perdón!

      ¿Lloras? ¿Acaso entre tu pecho gime
      Tu leal e inocente corazón,
      O algún recuerdo de dolor le oprime?
      ¡Llora, sí, que llorando eres sublime,
      Y aún eres más sublime en la oración!