Imagina a un joven, solo, sin nadie.
Cuando algunas gotas de lluvia golpearon su ventana
empezó a escribir de prisa.
Vivía en una pensión con ratones de compañía.
Yo amaba su coraje.
Alguien más a unas cuantas puertas más abajo
tocaba discos de Segovia todo el día.
Nunca salió de su cuarto, y nadie podría culparlo.
De noche él podía oír las otras
máquinas de escribir de otros, y sentirse reconfortado.
Literatura y música.
Todos soñando con caballeros españoles
y grandes patios.
Desfiles. Ceremonia y
resplandor.
Álamos.
Días de lluvia y agua.
Hojas abatidas finalmente en el suelo.
En mi corazón, este pedazo de tierra
que la tormenta ilumina.
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